
“No hay empresas exitosas en sociedades fracasadas”. Ésta es una frase recurrente en el personal del departamento de Relaciones Publicas y Comunicaciones del Banco Popular Dominicano, que refleja la labor que ha abanderado la institución financiera por más de dos décadas.
El Banco Popular, el primero privado de capital dominicano fundado en febrero del 1964, ha acuñado a lo largo de su trayectoria un compromiso de sostenibilidad y reducción del impacto ambiental que vio en el 2019 un reconocimiento tangible: la certificación internacional como entidad Carbono Neutral, emitida por el Instituto Brihgtline Inc. Esta certificación es la muestra de que la organización compensa con sus iniciativas, la emisión de gases de efecto invernadero que produce su actividad.

Para lograr la certificación, Banco Popular tardó cuatro años realizando ajustes y acondicionamientos en sus operaciones que se centraron, esencialmente, en controlar y reducir el consumo de energía proveniente de sus oficinas y de la actividad móvil, explica el gerente general de la Fundación Popular, Elías Dinzey. “Nuestro impacto al medio ambiente, que sería el consumo de energía eléctrica y combustible, emiten una serie de gases de efecto invernadero que son menores que la compensación que estamos haciendo a través de la producción de oxígeno y la electricidad que ahorramos”, apunta.
Pero, ¿Dónde produce el Banco Popular oxígeno y como ahorra electricidad? En efecto, la institución puso a andar un plan fotovoltaico que tuvo su origen en una primera oficina alimentada por energía solar en Juan Dolio, año 2011. Al cierre del 2019, la compañía calcula que más del 50% de sus oficinas operan con energía limpia proveniente de 11,934 paneles solares instalados en sus tejados.


La inversión en este tiempo en oficinas fotovoltaicas supera los RD$356 millones. También su sistema de monitoreo digital controla el consumo, que de forma automatizada enciende y apaga luces y aires acondicionados en 250 oficinas.
Y el oxígeno que produce proviene, sustancialmente, de los 20 años de respaldo y colaboración del banco a los proyectos del Plan Sierra, creado en el 1979 y definido como “un conjunto de programas y proyectos destinados a dinamizar la producción agropecuaria y forestal y todos los servicios que inciden en la zona La Sierra (decreto 643 del 1979)”, ubicado dentro de los municipios Jánico, Monción y San José de las Matas, en la Cordillera Central. Este convenio de la entidad financiera con Plan Sierra incluye acciones de reforestación, adquisición de maquinarias y programas educativos para los pobladores de La Sierra.
“Sí, la línea base para adquirir la certificación fue el 2015, pero nosotros estamos sembrando desde hace 20 años. O sea, ya teníamos un camino andado y cuando tienes una cultura dentro de la organización es más fácil que todo fluya”, apunta Mariel Bera, Vicepresidente de Área de Relaciones Públicas del Banco Popular.



A estas dos iniciativas, se suman otras tantas que conforman toda una cultura empresarial con ejemplos muy concretos, como la no utilización de vasos y botellas plásticas, la impresión a doble cara, el uso de papel ecológico y la promoción dentro de los departamentos de la digitalización total de sus procesos. “Tenemos una política establecida que se llama ‘Cultura 3R (reducir, reutilizar y reciclar)’ que fomenta el uso consciente de plástico, papel, carbón y ahora de las mascarillas y guantes (a propósito del COVID-19)”, agrega Bera.

Para sus clientes, el Banco Popular creó “Hazte eco”, una iniciativa que facilita préstamos especiales para adquirir vehículos eléctricos y e instalar energía limpia. Una forma de contagiar hacia fuera lo que profesan dentro.